domingo, 18 de septiembre de 2016

El croar de las ranas

Hace quinientos años, los mismos pasos sonaron entre las paredes mudéjares del alcázar. Era yo quien caminaba, y desde entonces, he estado viva. La noche me abría los ojos y mis oídos vibraban con mis propios pasos; escuchaban a las ranas. Primero una, luego otra, después era un ruido más fuerte que el de mis pensamientos. Me daba miedo, todas así gritando y resonando en mi pecho, pero prefería eso que pensar. Siempre he preferido sentir. Desde hace quinientos años, el croar de unas ranas me enseñó a huir de lo que pienso y entrar en lo que late, porque lo que duele es bueno.

La misma mujer escuchando a otras ranas, caminando. Otras ranas enloqueciendo a la misma mujer, que camina sola por su jardín de azares.

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