La única e insolente manera de reconocer que no conocemos el fin ni significado de una vida tan humana y mundana, tan pobre y desdichada, tan frágil y poderosa.
El jazz es un error que refleja a la perfección lo erróneo del mundo, cada tropiezo sincopado y melódico que se convierte en parte esencial de una historia contada e improvisada.
No hay ni siquiera un jazz, como no hay una sola forma de vivir, ni dentro de una misma vida. Cada pieza es una ventana a la niñez, a la adolescencia, al desamor, a la esperanza, al absurdo, al misterio y finalmente...
Finalmente es la muerte la que se toca a cada atrevimiento, porque somos desvergonzados los que vivimos de música, de jazz. Sabemos que no buscamos otra cosa más que la muerte pero tomamos el camino largo, el que la desafía abiertamente pero la abraza al mismo tiempo.
Toma lo que soy, muerte, porque no soy nada y aún así me atrevo a ser creadora, como si mi naturaleza no me importara. Puedo construir drama y silencio armoniosamente en una sola canción.
No te oigo pero te hablo. Eso es el jazz, una discusión insolente con la muerte, creando como si fuera un Dios que camina hacia el abismo voluntariamente.
Hace mucho que no te leía y es por la nostalgia que muchas veces me dejan tus palabras. Es difícil no empatizar y sentir a fondo tus escritos. Pero como siempre, me encanta.
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