martes, 29 de mayo de 2012

El duelo...

El tiempo es lo que más me maravilla de este universo, el flujo constante que gracias a la vitalidad de las cosas hace que todo evolucione, se desgaste, se enriquezca o que cambie de alguna manera. Sin excepción del alma humana por supuesto, el tiempo es imposible de ser medido y se percibe de diferentes maneras, hasta dicen que en el Espacio tiene una duración muy diferente a la de la Tierra, y que la luz de las estrellas que vemos en realidad se ha extinguido hace millones de años, eso yo no lo aprehendo pero me espanta y me fascina a la vez. Cuando el alma sufre una pérdida, el paso del tiempo hace del evento algo totalmente insignificante, lo que nos pasa es que le tememos al presente y es en el presente donde debemos ser cuidadosos con nuestros actos; saber que solo somos los de ahora, que el pasado solo nos hace si lo recordamos, que nos creamos constantemente a cada instante. Creo saber que todos estamos solos, nadie nace pegado de su ser al ser de otro, pero esa soledad no es aislante sino que nos hace crear relaciones, sino fuera así no creo que el amor pudiera surgir nunca. Cuando perdemos a alguien querido resulta que los filamentos de amor se truncan pero nadie queda más solo que antes. Las relaciones humanas son lo más importante que tenemos, y hay que cuidarlas, nutrirlas y gestar el amor para crecer personalmente; sin embargo cuando una relación deja de existir hay que recordar que nos tenemos a nosotros con la ventaja de la experiencia y tomar las decisiones acertadas para nosotros. Perder a alguien nunca es fácil, un ser querido que se va inesperadamente nos deja desolados, sobre todo si era alguien cercano con quien no concebíamos la vida sin él, si no era tan cercano nos afecta de manera distinta, quizá nos haga ver la proximidad de la muerte y su indiscriminación, pero no siempre es la muerte la causante de rompimientos de las relaciones; la verdad es que perder a un ser totalmente ajeno a nosotros pero en el que poco a poco fomentamos la confianza y lo ligamos a nuestra existencia, también es parte de las tragedias comunes de esta y todas las épocas. Lo esencial es llevar el duelo necesario y de manera saludable y depositar toda nuestra confianza en el tiempo, nunca nos defraudará ni nos podrá mentir, confiar en que las cosas y las personas y todo lo que conforma al mundo se encuentra en un devenir constante y seguro. No hay  necesidad de racionalizar las cosas, entender ayuda a madurar pero igualmente envejeceremos todos, juntos como humanidad y solos como individuos. Hay que saber que el mundo nos crea y al mismo tiempo nosotros creamos al mundo; es decir, que no podemos escapar de relacionarnos con otros seres y que entre más fuertes sean nuestras relaciones, mejores llegaremos a ser nosotros mismos, entre más nos acerquemos a nuestro entorno, más nos conoceremos, y también entre mejor cultivemos nuestras virtudes, también seremos más aptos de sostener relaciones sanas y enriquecedoras. Lo único erróneo son los extremos: el aislamiento y la dependencia no encuentran el conocimiento ni el desarrollo; fuera de ello hay que valorarnos y valorar lo que nos rodea y ambas partes nunca dejarán de crecer juntas. Cuando alguna de las dos no funcione habrá que reflexionar y enmendar errores, si no tiene solución, entregarnos al duelo. Con el Tiempo a nuestro favor ya iremos cosechando los frutos de nosotros mismos. Es lo mágico de la vida, lo que ahora duele después se convierte en nuestra mayor fortaleza. Y como dijo Silvio R. "los amores cobardes no llegan a amores ni a historias se quedan ahí, y ni el recuerdo los puede salvar". Habrá que decidir ser virtuosos y valientes!

miércoles, 16 de mayo de 2012

Notas


Entre la senda hay un mirador, un mirador repleto de ciegos felices. Caminando. Por la contemplación, por la estática mañana, por la paciencia eterna de lo temporal, por aquello que pasaba. Caminando. Por lo fluctuante de lo venidero y lo sublime, sin detenernos a mirar. Largo tiempo, quizá vidas y un día cualquiera intrascendental. Un día de cansancio, nos detenemos no por el afán de mirar sino por la incapacidad de seguir caminado. Y vemos por fin.

miércoles, 9 de mayo de 2012

El problema de la libertad



¿Cuál es el problema actual de la libertad humana?

Parece que con tanto desarrollo, la famosa “sociedad de la información” nos ha llevado a la completa banalización y empobrecimiento de los principales valores y conceptos que en su esencia debían fundamentar nuestra vida. Lo inmediato a nosotros y cercano que se encuentra el conocimiento propicia el poco empeño que ponemos para emprender la búsqueda a profundidad de respuestas que ahora, pueden aparecer de pronto al hacer “click” en buscar. La voluntad se torna innecesaria. Al “hombre light” como lo llama Enrique Rojas[1] se le ha olvidado de donde viene y a donde va, y se ha hipnotizado en una vitrina de aparador. “Se fue a encontrarse a sí mismo y se perdió en el mundo de la moda” diría Jostein Gaarder. ¿Y cuál es la consecuencia de perder la conciencia de sí mismo y toda pretensión de trascender? ¿En dónde queda el hombre? ¿En donde queda el ser de ese hombre?
Si el hombre es libre porque es hombre o si la libertad crea al hombre, el problema es el mismo si se pierde la esencia de lo que es. No podremos construirnos ni crear voluntariamente la realidad, quedamos a expensas de los intereses que hemos construido y que ahora nos sobrepasan y lo que es peor, fuera de la consciencia; y como decía mi abuelo “La consciencia es la que rige los destinos de la humanidad”.
Libertad es una virtud del ser. Para Heidegger el ser no simplemente es lo presente e inmóvil, es un poder ser, y el lugar en donde el ser “puede ser” es en el mundo. La idea de que el hombre está en un mundo de objetos y de otros seres que definen al ser pero que a su vez necesitan de este para desarrollarse y alcanzar la existencia o bien su trascendencia, ya es en sí una definición de libertad. La libertad es poder, y se da dentro de límites que lo hacen posible, como el tiempo y el mundo.
Para el materialismo histórico, la libertad es el reconocimiento de la necesidad y la superación de esa necesidad. La libertad es la conciencia de la necesidad.[2] Aunque de esta manera, me parece que la libertad queda determinada por el desarrollo histórico o por las circunstancias, es decir, que el ser solo puede desarrollarse a sí mismo en su libertad de una sola manera correspondiente y no como una posibilidad de ser proyecto.
Hay mucho de se ha dicho de la libertad y aun así el problema persiste. ¿Será que olvidamos pensar en aquello que nos orienta a actuar o que nuestro sistema de pensamiento no superó la globalización ni el economicismo?
“Los problemas morales subsisten siempre, aunque sean diferentes, según los diferentes niveles. En el bloque oriental proceden de la coacción y la falta de libertad personal. En los países occidentales de la sociedad del bienestar, de la elevación a “virtud” del egoísmo consumidor (…) y de la pérdida de sentido de la vida”[3] La cuestión es adueñarnos de nuestra conciencia para regir(nos) y regir al mundo. Habrá que comprender el problema de la libertad para comprender nuestro propio ser histórico y libre, la libertad no nos sirve para indignarnos sino para sabernos dignos una vez más dentro de un mundo que nosotros aprehendemos y en el que somos.
El sitio de la libertad
Me parece que por medio del devenir dialéctico, ya sea idealista o materialista, caemos en una totalidad rígida que no permite un ser más allá de su propia superación; y cómo podemos justificar que ese Espíritu Absoluto es la plenitud en la trascendencia del ser humano sin dejar a un lado su individualidad. El hombre es la justificación de sí mismo y de sus posibilidades derivan también sus responsabilidades.
¿En qué sitio ubicar la libertad humana para permitir el desarrollo de la misma sin que quede subordinada a la estructura? Se me ocurre (con todos los años de estudio que me faltan y las desventajas que eso representa) que la libertad del hombre debe estar sobre los cimientos del todo, pero una libertad absoluta que no contenga la conciencia de la necesidad, ya que la conciencia solo la puede aportar el ser humano. La libertad es un medio en el que todo sucede, es puro “poder ser” y en donde el hombre se inserta de manera que puede asimilar su condición y aceptar su libertad, es decir, entender que es libre y a la vez que no es libre de no serlo. El punto de partida del hombre es una opción y su responsabilidad es educarse en su libertad desde su propia “naturaleza humana”.
El resultado de ser en la libertad, cuando la opción de poder sea justificada no por la libertad sino por el ser, será la moral. La moral será el desarrollo de la libertad interiorizada en el hombre y exteriorizada por sus actos, que no dependerá de la naturaleza ni será su justificación sino que creará el entendimiento del hombre acerca de su entorno; es decir, le dará una ideología.
Al estar el ser dentro de la libertad y al mismo tiempo desarrollando su existencia. (“La esencia del hombre es su existencia”[4]), se originará el individuo y solo a raíz de este se creará la sociedad.
Este desarrollo estará sostenido por interrelaciones estructurales de correspondencia en donde la sociedad corresponde al individuo, a la ideología, a la moral y por supuesto a la libertad. No es un desarrollo lineal ni excluyente, pero se permite un sistema social que no niegue, por el desarrollo y las relaciones de estructura, la naturaleza humana; que no niegue la individualidad y que sobre todo no subordine a la moral en función de la sociedad. la libertad plena se da en el ser y a través de él como una opción y la posibilidad de poder ser, siempre en función de sí mismo. Los actos no serán “buenos” o “malos” porque la moral o el derecho lo dictan, serán actos que desarrollen libremente el ser. 

Bibliografía
A. F. Shishkin. Ética Marxista. Grijalbo. México: 1966
Fernández del Riesgo, Manuel. La Ética y el marxismo. Revista española de investigaciones sociológicas, ISSN 0210-5233, Nº 2, 1978 , págs. 87-114
Rojas Osorio, Carlos. La Educación Moral. Inter-Ethica. Recuperado de http://ponce.inter.edu/nhp/contents/Inter_Ethica/pdf/educacion_moral.pdf
De Gasperín Gasperín, Rafael. La dignidad de la persona humana. Ponencia leída en el Primer Simposium Internacional de Ética en Instituciones de Salud Monterrey, Nuevo León. Mayo 2006.



[1] Rojas, E. El Hombre Light. México. Editorial Temas de hoy. (1998).

[2] A. F. Shishkin. Ética Marxista. Grijalbo. México: 1966 Pp. 111.

[3] Citado por Manuel Fernández del Riesgo.
[4] Vattimo, Gianni. Introducción a Heidegger. México: Gedisa. 2011