Entre la senda hay un mirador, un mirador repleto de ciegos
felices. Caminando. Por la contemplación, por la estática mañana, por la
paciencia eterna de lo temporal, por aquello que pasaba. Caminando. Por lo
fluctuante de lo venidero y lo sublime, sin detenernos a mirar. Largo tiempo,
quizá vidas y un día cualquiera intrascendental. Un día de cansancio, nos
detenemos no por el afán de mirar sino por la incapacidad de seguir caminado. Y
vemos por fin.
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