sábado, 31 de enero de 2015

Serotonina

Me puedo llenar de ti por todo mi torrente, por mi cerebro y por todos los días que ahora despierto más viva que nunca. Pensar que he perdido todos estos años, las oportunidades y la belleza que han pasado desapercibidos. Estoy feliz de sentirme llena de eso que me hacía falta, lo noto en los deseos que se me despiertan hasta dormida; en las ganas incansables de terminar un libro aunque amanezca en vela. Quiero vivir cada minuto, de tristeza o de alegría por igual, no ansío tener más de lo que tengo y hago. Me quiero dar, compartir y a la vez estar conmigo misma, escuchando lo que antes no podía alcanzar con mis oídos, ni con mi alma. Pensé que algo me había consumido, que un ser me había penetrado hasta acabarme, pero se que no fue eso, se que fui perdiendo poco a poco el alma por los ojos de tanto llorarlos, fui perdiendo las fuerzas de levantarme por haber caido tantas veces, fui también gastando el pensamiento junto al tiempo trancurrido en ansias y presagios inventados. Lo único que no me gasté fue el amor que supo esconderse de mi por mucho tiempo, fue más listo como para parecer oculto en lo que no era, para que no lo buscara en mis noches desesperadas por tenerlo cerca. Se que aun no ha regresado, me ha dicho que sigue a la espera, pero ya lo he visto en muchos lados: en mis días lo oigo en los conciertos, me dice que anda cerca, yo respondo que no me tema.

jueves, 29 de enero de 2015

Una puerta hacia el mundo

Soy tan otra de la de antes, tan cercana a quien solía ser cuando aun soñaba, que entendería no ser reconocida. Entendería que esperaras que te diga del dolor, de la negrura, de la desolación. Pero ya no encuentro esos rumbos, solo recuerdo vagamente tu olor y la pasión que intenté crecer a pesar del velo que me lo impedía. Puedo invocar los recuerdos del amor marchito, se que permanecerás con ellos aun cuando creas estar con alguien, aun estando solo; se que pensarás en mi aun por mucho tiempo. Estoy tan segura de que me amaste como de que yo no pude hacerlo nunca, y sin embargo lo hice, lo intenté. Hoy vivo para ver a diario que he nacido, estuviste con un fantasma, un alma que ha cobrado vida y recuerda con dificultad haber estado enamorada. Ahora entiendo que a pesar del tiempo transcurrido, eras el umbral que debía de cruzar, que el dolor fue una penitencia o un aviso de la cercanía de la vida, y con ella la felicidad. Gracias por llevarme y lamento enormemente dejarte atrás, pero no podemos ser del mismo mundo.

sábado, 24 de enero de 2015

Ceguera

"El error no es ceguera, el error es cobardía" Nietzsche

Esta es la primera botella que echo al aire para que la encuentres, después de tantos años. Por fin puedo ver claramente, buscar mi objetivo, disfrutar el camino; tengo que decirte que por mucho tiempo tuve un velo que me cegaba, sin darme cuenta, pensé que era ya parte de mi personalidad, pero ya no era ni remotamente la mujer que habías conocido, me perdí y cambié, ni siquiera hubieras reconocido en lo que me había convertido. Quiero que sepas que no he conocido a nadie que tenga tu capacidad de comprender y adentrarse en una idea, hasta sentirla y hacerla suya. Nadie que logre sentir un pensamiento. Comencé a perderme cuando más nos acercamos y terminé de caer hasta hace unos meses, fue un largo descenso. Ya no estás y no sé dónde buscarte, porque no estás en este mundo, no en el mismo donde yo habito, pero quiero que sepas que extraño a ese amigo que fuiste, incondicional, más allá de las fronteras de la razón humana, más allá de tu propio dolor. Por todas las cosas buenas y malas que  he hecho, ya las he pagado, y si me tocó enfermar fue solamente una coincidencia de la vida, pero ya estoy lúcida y clara, estoy feliz. Ojalá que recuerdes lo bueno y olvides lo malo, no soy un ser humano con maldad, y verdaderamente te he extrañado y querido. Ojalá que accedas a ese lugar que descubrí un día contigo, pero esta vez lleves no solo a una amiga, sino a la persona que tenga la llave para quedarse ahí por toda la vida, ese lugar que no es ningún lugar. Te quiero tan sinceramente que no habría posibilidad de hacerlo más. Ojalá encuentres y reconozcas mis palabras.

martes, 20 de enero de 2015

Te pienso

Te pienso, cada huella se borra con las olas.
Te pienso, porque camino incesantemente.
Te pienso, cuando recuerdo la pasión de tus secretos.
Te pienso, si despierto un día vacía.
Te pienso, sintiendo un hueco en el vientre.
Te pienso, sabiendo una mentira.
Te pienso, imaginando lo que buscas.
Te pienso, si es que sigo alegre.
Te pienso, sin poder ser libre.
Te pienso, y termino por vaciarme.
Te pienso, aun sin tolerarlo.
Te pienso, después de ti te pienso.
Te pienso, en medio de la nada.
Te pienso, el paraíso está incompleto.
Te pienso, el deseo está apagado.
Te pienso, ya no soy porque te pienso.
Te pienso, los días como hoy te pienso.
Te pienso, porque se que has llorado.
Te pienso, tratando de entenderte.
Te pienso, tratando de invocarte.
Te pienso, tratando de librarte.
Te pienso, solo para no olvidarte. 

domingo, 18 de enero de 2015

Gracias

No fue el árbol. Encontrarte fue solo abrir los ojos, pero conocerte no es tan fácil. No tengo nada que agradecer y quiero, sin embargo, dedicarte unas palabras; no creas que eres un ángel, no pienses que me has salvado, reconozco que al abrir los ojos la casualidad se ha aprovechado.

Quiero trepar tu cuerpo lento, porque el miedo de caer incrementa en las alturas. Es arriba donde más te quiero, donde más tiemblo, donde quiero estar. Si logro verte, encontrarte, conquistarte, estoy ganando sobre mi, cada mano que sube por tu dura piel me gana tiempo, me gana valor, me quita olvido. Por eso quiero recorrerte, intentarlo aunque no llegue, sobre todo sino llego.

Seguiré mi rumbo, directo hacia otro; mientras tanto tengo poco que agradecerte, solo déjame cerrar los ojos sin que salgas. El tiempo es poco, pero contigo es tanto, tan tranquilo que no huye, tan dulce que no corre. Quiero disfrutar de esta paz que no he conocido nunca, déjame tan solo retenerte.

miércoles, 14 de enero de 2015

Una sala de espera

02/06/12

La joven se hallaba en aquella habitación por primera vez, aunque no recordase en donde había estado hasta entonces, la sensación que le producía esto era más bien de familiaridad y no de desconcierto ni mucho menos de pánico. Estaba en un cuarto blanco, al parecer cuadrado y muy amplio. A primera vista no se veían ventanas ni puertas, tampoco focos que emanasen la intensa luz que se percibía homogéneamente en todo el lugar. Estaba sola y empezó a caminar. Pensó que si caminaba a lo largo de una de las paredes eventualmente llegaría a una puerta o a algún lado, pero ni encontró la puerta ni tampoco llegó nunca a una pared, más bien parecía que esta se alejaba y hacía la estancia cada vez más grande conforme ella se le acercara. Se sintió un poco sola y cansada de caminar, así que se detuvo un momento sin desesperarse a pensar en qué debía hacer a continuación. Vio a su derecha un sillón con dos cojines cuadrados y respaldo bajo, y justo al lado había una mesita de vidrio con un libro encima. Le pareció buena idea leer un poco para pasar el tiempo.
-Parece como si esperaras algo- dijo de pronto una voz.
-Si algo así- respondió y giró la cabeza para saber quien se encontraba ahí. Era un joven no muy alto, a penas unas pulgadas pero varios años mayor que ella, de talla mediana, tono de piel y ojos claro. Vestía un poco más juvenil de lo que aparentaban suaves arrugas en sus ojos, que sin embargo brillaban de juventud. Tendría unos 30 años y lucía ágil y apuesto, con ojos rasgados que recordaban por la intensidad de su mirada a los de un águila, pero por la inocencia de su porte lo hacían ver como un conejito blanco indefenso en un bosque de amenazas constantes. La voz sonaba interesante, un poco áspera y dulce a la vez, y en la amplitud de aquel lugar resonaba como si viniese de todas partes.
-Igual que tú, supongo- le dijo ella mientras se preguntaba por qué no lo había visto antes en ese lugar que parecía estar vacío cuando ella llegó, o apareció ahí, no estaba muy segura de cual.
-Sí, dijo él. Y también se preguntaba cómo es que llevaba tanto tiempo ahí (o al menos así le parecía) sin haberla visto, después de todo era una mujer joven y agradable a la vista, no hermosa pero sí de cara bonita y ojos grandes y oscuros. “Me recuerda a un gato” pensó. “¿Dónde he visto un gato antes?”
-¿Vas a esperar todavía mucho tiempo?- preguntó ella
-Si, no lo sé. Bueno eso creo ¿y tú?
-Tampoco lo sé, pero estaba leyendo un libro para dejar pasar el tiempo. ¿Quieres leer un rato?
-Si por qué no, tengo todo mi tiempo.
Ella comenzó leyendo en voz alta la primera estrofa. Hablaba de estrellas caídas en la tierra y de brujas y de seres mágicos. Les pareció interesante y ameno para pasar un rato, así que siguieron turnándose el libro y leyendo en voz alta hasta que lo terminaron.
-¿Y ahora qué?- preguntó el joven.
-No lo se, ya llevamos un rato aquí sentados y me duele la espalda, quizá haya que estirarse un poco.
-Tengo un idea- dijo él- vamos a caminar un rato. Y caminaron por mucho tiempo mientras él le hablaba de paisajes maravillosos que recordaba haber visto en algún lado pero no se acordaba en dónde. Ella nunca había visto lugares como los que el describía, ni mucho menos escuchado la fuerza del agua ni conocido el olor de las acículas sobre la tierra mojada, así que le pareció sumamente interesante.
Sabían que habían pasado ya un largo rato leyendo y platicando y que debía de ser bastante tarde a pesar de que la luz seguía intensamente iluminándolo todo, también sabían que debían irse a descansar.
Al día siguiente se volvieron a encontrar y de igual manera pasaron el día juntos haciendo cosas que no habían hecho antes y al sentir el término del día se separaban cada quién a su sitio para descansar. Al cabo de unos días, mientras escuchaban la música de un aparato que él tenía y que ella jamás en su vida había visto antes, él le preguntó si, ya que ambos estaban esperando algo y al parecer aun había mucho tiempo que esperar, por qué no esperaban juntos. Ella pensó que era buena idea y que así la espera sería un poco más interesante, a demás le agradaba descubrir todas estas cosas que él le presentaba y a la vez recordar lo que ya sabía para poder platicárselo a él. Así fue como a partir de entonces comenzaron a pasar el tiempo que ambos tenían en esa habitación compartiendo anécdotas y creando situaciones nuevas.
Era curioso que nunca se preguntaban en dónde habían estado antes de encontraste en aquella habitación ni tampoco cómo era posible que no hubieran notado su presencia sino hasta ese momento. A menudo sostenían conversaciones acerca de qué harían cuando su espera haya concluido, se preguntaban qué era precisamente lo que cada uno esperaba, pero sobre todo hablaban de aquello que les gustaba hacer mientras esperaban.
Los días se sucedían como escenas de teatro, la realidad era interrumpida por las noches, en las que simplemente no pasaba nada y reanudaba con los planes y la voluntad de un nuevo día. Era algo natural para ellos saber cuándo descansar o cuándo era momento de comer, y como la habitación parecía expandirse a medida que uno se acercaba a sus paredes nunca se sintieron atrapados. Los objetos variaban con ellos, y ambos fueron acumulando cosas de uso personal y de diversa índole según sus gustos; no había divisiones de espacio y sin embargo jamás se estorbaban, ni chocaban, ni les faltaba privacidad. Cuando tenían o deseaban estar solos lo estaban, cuando querían compañía se encontraban, así de simple. Así que el tiempo era lo que ellos eran, no un espacio que ocupar o en el cual moverse, ellos eran su propio tiempo y su propio deseo, uno no puede dejar de existir y por eso tampoco el tiempo deja de trascurrir nunca, pero tampoco había tiempo perdido puesto que cada instante era ocupado por su existencia.
Lo que más les gustaba era esperar juntos, leyendo, bailando o haciendo cualquier otra cosa. Ella juntaba libros en un librero que no tenía fondo, pero por más que presionaras, jamás dejaba caer un libro hacia el otro lado, a demás cada vez se llenaba más y más y siempre había lugar para uno nuevo.
El amor no existe en un espacio sin tiempo ni necesidades, mucho menos entre dos personas que no hacen más que esperar el momento adecuado para… así que no se podría afirmar que se amaran como nosotros lo entendemos. Simplemente esperaban en el mismo espacio y sincronizaban su tiempo para que coincidiera uno con el otro.
Así pues, fue como pasaron la eternidad hasta que (como todo), la eternidad se acabó. Sucedió en un momento en el que jugaban a intercambiar fichas que valían por objetos, para ganar una ficha había que demostrar una virtud, al obtenerla se tenía derecho a conocer un secreto. Era divertido una vez que se comprendían las reglas.
-¡Te gané de nuevo!- dijo la chica, pido conocer un secreto. Cuéntame como es el fondo del mar.
-Ya te dije que no lo sé, que uno se siente feliz dentro pero nunca sabe realmente como es porque siempre cambia.
-Entonces dime otro secreto- pidió ella.
-Ya no quiero esperar contigo- dijo de pronto él.
-¿Ya terminaste de esperar? ¿A dónde iras ahora?
-No es eso, aun tengo mucho que esperar.
-¿Por qué no seguir esperando juntos?
-Porque ya me cansé.
-¿Y ya sabes qué esperas?
-No- dijo él y bajó vista como si se avergonzara de hablar. Fue la primera vez que se dio cuenta que esperaba algo que ni siquiera sabía qué era. Pero su pensamiento no fue más allá ni logró tomar la forma de la consciencia, de cualquier manera decidió no compartirlo con su compañera. Estaba seguro que no entendería de cualquier forma.
Así es que desde entonces se quedaron ahí, esperando en la misma habitación pero sin hablarse, como antes de haber intercambiado las primeras palabras. Había veces en que ella ni siquiera se daba cuenta de su presencia, como si estuviera sola otra vez en aquella gran sala de paredes que se alejan si las quieres alcanzar y de brillante luz inexplicable. Nada cambió realmente, con excepción quizá de que ahora parecía haber más vida, es decir más tiempo; por ejemplo en las noches, en la cama cuando intentaban dormir y nada ocurría, sucedía que también seguían presentes, pero por poco tiempo. Después las luces se apagaban, y la vida continuaba con el nuevo día. Como siempre. Esto quizá se debe a que el tiempo que eran ambos se dividía en dos y a cada uno le tocaba la espera de un medio del total, pero lo más probable es que solo fuera su imaginación ya que esto era matemáticamente incoherente, lo cierto es que tenían más tiempo para esperar. De cualquier manera de esto solo les quedaba la sensación. Rara vez volvieron a hablar y en ocasiones cuando ella quería hacerle una pregunta, él se encontraba distraído creyendo que estaba solo y no la oía, a veces también pasaba que cuando él recordaba que estaban ahí los dos y quería comentar algo, ella ya lo había olvidado. Cuando coincidían no encontraban de qué hablar por más de unos breves momentos, y seguían esperando cada quién en su sillón interrumpiendo lo que estaban diciendo como si se les hubiera olvidado. Y ahí se quedaron esperando mucho tiempo más.


Esa noche durmió profundamente hasta el amanecer después de varios días de acozante insomnio o de sueños ligeros. A pesar del calor, de la preocupación, de la opresión en el pecho y del intenso vacío en el vientre, se durmió casi al momento de tocar la cama. La habían designado a ese horrible cuarto blanco de hospital y le habían recomendado pasar la noche en él hasta el día siguiente, había sido sedada, así que no contaba precisamente como noche de sueño tranquilo, pero de cualquier manera estaba más serena y descansada. A la mañana siguiente se despertó con la luz que entraba por la ventana al lado de su cama, de un sobresalto levantó el cuerpo y trató de recordar qué le había pasado. Por un momento pensó que llegaría tarde, pero la mente se despejó rápidamente del sueño y la sensación de agotamiento le recordó en donde se hallaba. Se sentía agradecida por haber despertado a ese nuevo día.
Lo único que quería era salir cuanto antes de aquella habitación tan intimidantemente blanca y solitaria. Sabía que el camino a casa lo haría sola puesto que no había avisado a nadie, que el dolor en su vientre no era más intenso que el de su conciencia y que este dolor a su vez no superaba al de su alma, pero aun así sabía que era una mujer fuerte y sabría caminar sola a casa. Pero, sobre todo, que él nunca sabría lo que había hecho.


Amor demorado

-Quiero vivir una y otra vez, por cada vida que nazca antes, después o lejos de él, quiero volver para buscarlo.
-Es una larga espera, dijo la voz.
-Pero una sola vida no es nada para quien espera en la siguiente encontrarse con quien ama.
La voz tuvo paciencia, se divertía un poco mientras ella vivía tantas veces.

Un día nació y tuvo que ocuparse, no hubo tiempo de buscarlo, no se acordó siquiera. Un día nació y se encontraron muy tarde, él la dejó en el hospital. Un día nació y él era un niño todavía. Un día nació y él no existió nunca. Un día nació y le dijo que no la amaba. Un día nació y se casó, se arrepintió más tarde.

La voz era condescendiente, le ofreció una salida; le dijo que por cada renacer se pierde aquello que antes los unía, le dijo que los dioses ya los habían perdonado y que cada ser podía vivir sin encontrarse, le dijo que la soledad ya no existía entre los hombres como castigo.
Ella calló y volvió a nacer. Y cada que nacía caía más y más hondo en un abismo, se acostumbró a morir, a nacer, a dejar ir.
Un día por fin se encontraron, ella ni siquiera intentó. Ya lo odiaba, por todas esas vidas en que ella lo buscó, en que ella moría y nacía de nuevo para perderle y encontrarle, y él solo vivía. Al final lo odió tanto que no tuvo nada que decirle, nada que perder y nada por lo que nacer de nuevo.

Era un día soleado, pero ese día no nació nadie.

martes, 13 de enero de 2015

Un día y otro: hoy

Hoy no hay en donde dejar el cuerpo, nada es mío ni me pertenece. Hoy es aquel día en que el dolor es más intenso que la vergüenza, hoy no logro que el tiempo pase. Diría que es aquel día en que uno despierta después de haber naufragado y perdido todo, pero aun no se sabe cuánto. El silencio de la calma es engañoso, solo un mareo en la cabeza, un dolor punzante en el estómago. Es hambre. Ya lo sabía, lo supe desde hace tanto tiempo, me aferré a la caridad de tus palabras, a las miserias del cariño, al miedo a caminar, al refugio falso. No es amor lo que perdí, tampoco lo sentía desde hace tanto, perdí el piso, la visión, la dignidad, la belleza compartida. No es que quiera más de ese pasado injusto, de esa entrega tímida llena de esperanza, pero hoy, no logro ver más lejos, no quiero mover el cuerpo que sigue andando para todos lados, no quiero ni siquiera respirar aire ajeno, que no es mío. Todo este maldito mundo es de alguien más, de aquél capaz de contenerlo y dominarlo. Hoy francamente estoy rendida. 

domingo, 11 de enero de 2015

Salida

Por una sola vez te digo que te amo, te amé y busco decírtelo,
No quiero que lo sepas, a estas alturas deberías saberlo de memoria,
Quiero mejor que sepas que deseo ser para mi misma, lo que tu fuiste.
Ser por ejemplo, el mundo entero, la paciencia, la ternura de un niño necio,
Ser el hogar, el refugio seguro, la herida que cierra sin reparos.
Eras todo, lo que no fuiste lo erguí para que lo fueras, algún día lo serás,
Para alguien más o para ti,
En mí queda la gran lucha, la triunfal despedida, el honor de haber perdido.
Porque, no lo dudes,
Eras la mejor obra de arte en mi vida.

Pocas palabras

Poco es decir que las palabras no describen por completo un sentimiento, aunque sea cierto, pero no es por la limitante de letras, o por falta de vocabulario. Los idiomas juntos encierran el infinito de las posibles ideas, frases de amor, despedidas, cartas, diálogos, pero lo cierto es que no bastan. El infinito no basta. Los sentimientos son como las recetas de cocina, siempre nuevas, un poco distintas, añadimos más de alguno u otro ingrediente, sentimos una mezcla de las situaciones, las personalidades y las circunstancias, nunca es exactamente alegría o definitivamente tristeza. Te puedo decir que fluctúo entre los sentimientos tanto como son consecuencia de mi tiempo, hay amor de hoy a los 26 años a las 5 de la tarde y es distinto del amor de ayer a los 15. La tristeza acostumbrada a la soledad, con una pizca de derrota, un toque de nostalgia acompañada de esperanza, es necesariamente incomparable a la tristeza desolada, aburrida o caprichosa de alguien por ahí es este instante. Todo cambia, aun así funciona, se siente y se nombra con la misma palabra de siempre, basta con que se asemeje, con que algo duela, con que nos explique aquello que sentimos y ayude a reaccionar conforme lo convenido a dichas situaciones.
Pero tengo que confesarte que las palabras no son mi mayor problema, la verdad no salen de mi tan fácilmente ni las más sencillas que ayuden a ordenar la sopa de mis entrañas; las siento, no lo niego, pero no entiendo cual corresponde a qué vocablo, a qué frase, a qué sentimiento. Nunca he sido muy brillante y si trato de hablar lo que se siente, no podría ser más tonta, incongruente, insegura, y finalmente imprecisa.
Déjame ser una montaña, donde pasa el viento, donde las flores “son” y no se dicen; escucha las notas jugar una tras otra, en una fuga, en un adagio, en un silencio. Es preciso que me dejes cerrar los ojos, acariciar el cuerpo pero tocar más allá de lo tangible. También es necesario inventar nuevos idiomas, por ejemplo hablar en música, llorar en cama, oler el placer, en fin… las palabras no me salen, las palabras no se usarlas, las palabras no coinciden nunca con lo que estoy viviendo.