No se por qué de pronto me sentí con tanta tristeza cuando me di cuenta que, ahora sí, ya me estaba yendo. Últimamente he tenido que llorar, de urgencia, por necesidad, alguna que otra noche e independientemente de haber tenido un buen día. Creo que estoy realmente dejando ir, depurando, para no cargar nada extra en el viaje. No es coincidencia que mi maleta por primera vez sea más liviana. Mi equipaje se hace menos y mis sentimientos salen para no tener que aguantarlos más.
Pienso que ya es suficiente de haber sufrido, que ya me bastó para crecer y para salir adelante; que ahora sí, se lo suficiente y tengo las defensas necesarias para crear y construirme nuevas ideas, nuevos retos, quiero más, quiero todo lo que pueda tener ahora mismo. Estas lágrimas son las últimas que saco, como por despedida o nostalgia, o más bien de agradecimiento por haber superado una etapa tanto dolorosa como lenta; ahora si ya, puedo volar y dejar que lo que queda de mi aterrice en medio de nuevos escenarios.
No importa que no aprenda a perdonar, a fin de cuentas hay cosas que son imperdonables. Por ejemplo, no te perdono la soledad en que me sumí después de ver esa luz blanca, no te perdono despertar sola y dormir a tu lado sin tenerte. Arrepentirme es algo que tendré por tener estándares más altos que yo misma, sin embargo, qué bien que aun pueda estar viva para seguir luchando.
No recuerdas la belleza de la verdad ni la armonía de la noche, no conoces la sensación de estar a mi lado cuando nada parece soportar el peso de la dolorosa inmensidad. No supiste lo que es enseñar, ni amar a primera vista. En cambio yo me tengo, después de eso, después de ti y de otros, me tengo y me seguiré teniendo a mi misma.
Soy yo y a la vez tan otra. Me siento renovada, calculadora; sigo siendo entregada, apasionada, arriesgada y a la vez cuidadosa.
¿Quien soy? Allá voy a descubrirlo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario